domingo, 1 de febrero de 2015

Carta de Aslan Masjadov a un colega ruso

Uno de los enemigos más preparados que tuvo Rusia en el Caúcaso fue Aslan Masjadov, que ironías del destino fue oficial de artillería del ejército soviético. Su carrera fue más que notable, y se ganó fama de disciplinado y metódico. Sus unidades siempre lograban excelentes puntuaciones gracias al contante entrenamiento y preparación a las que les sometía. Estuvo basado en Hungría y Lituania. Tras la desaparición de la URSS, salió del ejército ruso y volvió a Chechenia.

Una vez comenzado el conflicto, fue jefe de estado mayor checheno. Logró coordinar a los grupos rebeldes y defendió Grozni con tenacidad. Posteriormente incluso contratacó y recuperó zonas de la ciudad. Fue representante de Chechenia en las negociaciones de paz, y firmó el acuerdo de Jasav-Yurt. Otro oficial, Alexandr Lebed firmó por parte rusa.

A pesar del conflicto, Masjadov mantuvo la amistad con colegas rusos e incluso les escribió cartas quejándose del lamentable estado del ejército ruso, así como de la poca valía de los oficiales. A fin de cuentas, él había servido ahí. El texto que sigue es una de ellas. Me ha parecido muy interesante porque ilustra muy bien el caos de las FFAA rusas tras la desaparición de la URSS.

¡Vasili Ivánovich! Desde el primer día de ataques sobre Grozni he estado llamando a Babichev, a Rojlin, a Kulikov, a Kvashnin... Les pedía que detuvieramos la guerra, aunque ello significara tener que enfrentarnos a nuestros políticos. Yo estaba dispuesto a todo, pero a los generales rusos sólo le importaban las órdenes, las condecoraciones, los ascensos, las pensiones y las residencias oficiales. ¡No sé cuántas veces les propuse una tregua! Les dije que al menos vinieran a recoger los cadáveres de sus soldados, porque los perros callejeros habían empezado a devorarlos. No lo vas a creer, querido amigo, pero este Babichev, en lugar de agradecérmelo, me dio que aceptaría la tregua cuando la bandera blanca ondeara en lo alto del palacio presidencial y yo me rindiera. ¿Qué le contesté? Le contesté con palabras que es mejor no repetir.

¡Vasili Ivánovich! Si vieras a esa tropa de gitanos, esas penosas columnas. Un camión remolca a otros dos porque se han estropeado o porque los soldados han vendido la gasolina para comprar vodka. Nada funciona como es debido. ¡Y vaya soldados! Sucios, sin afeitar, etando en los puestos de control mendigan con aullidos algún trozo de pan, vagan por los pueblos y roban gallinas, gansos, alfombras, que luego esconden en los bosques para que sus compañeros no les quiten el botín. Por las noches el miedo les hace dispararse entre ellos, y desertan destacamentos enteros. ¡No reconozco este ejército! ¡Resulta increible lo corruptos que son! Aquí se puede comprar cualquier cosa, siempre que se tenga dinero. Pueden venderte un tanque, o enviar a una muerte segura a sus propios soldados. Lo único que les interesa a los generales rusos es el dinero.

¿El honor del oficial? ¡Menuda broma! ¡Por Dios! ¡si vieras este ejército! Cuando a nuestras tropas las enviaron a Afganistán, los soldados al menos sabían para qué iban allí, ¿recuerdas? El que fuera verdad o no es otra historia. Pero a estos mocosos les mandan a Chechenia como si se tratara de ganado. ¡Ni siquiera les dijeron adónde iban y para qué! Viajan aterrados en vagones para ganado, en un completo y absoluto caos, las columnas de retaguardia junto a las unidades de asalto, de cualquier manera. ¡Ay si tú lo vieras! ¡Qué pintas tienen! Te costaría distinguir si se trata de un ejército o de una banda de rufianes. Sin afeitar, con el pelo largo, cada cual vestido de una forma diferente, siempre sucios y siempre hambrientos. Hubo un tiempo en que el soldado tenía el derecho y el deber de ir limpio a encontrarse con la muerte. Antes de cada batalla la tropa se afeitaba y se cortaba el pelo. ¿Y ahora? ¡No hay más que ver a ese Rojlin! Es general, pero se pasea por ahí sin afeitar y vestido con un jersey dado de sí. ¿Es ese un buen ejemplo para los soldados?

¡Hasta en Afganistán las tropas recibían a diario embutido!Se lavaban, preparaban ellos mismos los baños de campaña.¡Tampoco es tan difícil! En cambio, en Chechenia los soldados de Grachov comen bazofia, y a su vez ellos son devorados por los piojos. Y eso que Chechenia no es Afganistán, no es un desierto despoblado en el que es imposible encontrar un pozo de agua. Aquí hay carreteras, ferrocarril. A veces me da la sensación de que, intencionadamente, los mandos rusos no alimentan bien a sus tropas, ni cuidan deque se aseen, para transformarlos más fácilmente en unos bárbaros dispuestos a cometer cualquier crimen. ¿Querrás creer que exigen un pago por cada cadáver y por cada prisionero que nos entregan? Sus prisiones de guerra se han convertido en mercados de esclavos.

Así que, cuando este horrible y embrutecido ejército ruso invadió mi país, destruyéndolo todo a su paso como si se tratara de la peor de las plagas, comprenderás que no me quedara más opción que plantarles cara con un puñado de valientes a mis órdenes. Tuve que cumplir con mi deber de soldado. Sé que me comprendes.

Fuentes y enlaces de interés:

2 comentarios:

  1. Esclarecedor documento. Ayuda no solo a comprender lo que paso en la primera guerra de Chechenia sino la situacion de Rusia en la decada de los 90.

    ResponderEliminar